Quizá en otro caso, el titular elegido para encabezar esta entrevista hubiese resultado una obviedad. No para Raúl Bernal, al que conoceréis por su trabajo junto a bandas y artistas como José Ignacio Lapido o Grupo de Expertos Solynieve. Eno de esos músicos en el alambre que si siguen adelante no es sino por puro convencimiento de que tienen algo distinto que decir. Algo que contar, al fin y al cabo. Tuvimos la oportunidad de recoger sus impresiones tras la publicación de Ocho variaciones sobre el futuro, tercer disco de su proyecto más personal, Jean Paul.
De los primeros versos al propio título del disco, Ocho variaciones sobre el futuro... Se podría pensar que es un trabajo que nace de una idea preconcebida.
Preconcebida no, pero el disco sí se acabó con esa idea. Cuando tuve una colección de canciones con las que ya podía plantearme hacer un disco me di cuenta de que, de una manera o de otra, todas giraban en torno a esa idea del futuro y sus variables. Además, hoy en día digamos que es una cosa muy frustrante pensar en ello, al menos para mí e imagino que para la gran mayoría de españoles, así que todo tenía cierto sentido.
La propia forma de nombrar las canciones supone además una unión especial en en este caso.
Sí. Al disco no lo podemos llamar conceptual porque creo que es de otra clase, pero sí gira en torno a una idea. Por eso las canciones tienen un título muy conciso y claro, para no desviar la atención ni que se vieran como una sola cosa. Estas canciones funcionan si están unas acompañadas de las otras. Si no, no deja de ser una canción más y punto.
¿Cómo funcionas a nivel creativo? ¿tus canciones van surgiendo entre gira y gira con otras bandas o te reservas momentos para trabajar en ellas?
Digamos que surgen de una manera un tanto espontánea algunas veces, y otras casi por obligación. Ya sabes que toco con más gente, y es complicado sacar tiempo para tu propio proyecto porque los demás son de una mayor envergadura, nos dejamos mucho esfuerzo en eso. Tengo además grandes etapas de sequia, como me pasó entre Breve Historia Universal (2009) y Manqué (2011). Estuve cerca de dos años sin hacer canciones y, de hecho, tampoco tenía muchas ganas. Volvió a surgir en un momento de mi vida en el que hubo muchos cambios emocionales y profesionales, y con este álbum fue un poco así. Aunque no tuve cambios de ese tipo, siento que en mi vida ahora es cambio y en vez de estar en mi casa pensando qué pasará me decidí a componer canciones con la idea de publicar un disco.
Te leía hace unos días en redes sociales bastante sorprendido con la acogida del disco.
Sí, la verdad es que sorprendido muy gratamente porque no lo esperaba en absoluto. Pensaba que iba a pasar mucho más desapercibido que Manqué, por ejemplo. Me ha sorprendido primero por la gente, que lo ha tomado con mucho cariño. Tengo la suerte de que todos mis discos la gente los hace muy suyos, los trata muy bien. He recibido muchos mensajes dándome las gracias o apoyándome para que no deje de hacer música y, bueno, para mí es muy emocionante. Jean Paul es un proyecto que es muy difícil de mantener, muy muy complicado. Se deja mucho esfuerzo, ánimo, ganas y dinero. Es algo que obviamente no repercute económicamente por lo que sí necesitamos que alguna vez la gente, como está pasando con este disco, esté ahí encima, apoyando y escuchando las canciones.
De todas formas, al hablar de música vamos más allá del concepto de oficio, entendiéndolo como algo que también supone una necesidad.
Sí, claro. Yo no sé si podría hacer otra cosa. Para mí hacer música es una forma de liberarme y de sentirme libre, bien. De hecho, cuando me tiro largas temporadas sin tocar, sin grabar y sin componer el carácter cambia mucho. Hay gente a la que le gusta irse a otro país y darse unas vacaciones, yo necesito una guitarra.
Al compararlo con anteriores discos tuyos, en Ocho variaciones sobre el futuro destaca la ausencia de colaboraciones a la voz, antes frecuentes de la mano de artistas como Zahara o Juan Alberto Martínez (Niños Mutantes). ¿Ha sido algo buscado o este tipo de cosas se van dando sin pretenderlo demasiado?
La verdad es que sí está pensado porque echando la vista atrás caí en la cuenta de que siempre habíamos estado acompañados. Todos mis discos son 100% Jean Paul pero yo quería hacer uno en el que fuéramos nosotros y nadie más, que naciera y muriera con nosotros un disco muy puro en ese sentido. No porque me arrepienta de haber tenido colaboraciones, ni mucho menos, porque de hecho todos los que han colaborado son amigos de profesión a los que admiro. Esta vez las colaboraciones no fueron meditadas, son de amigos que se pasaron por el estudio para saludarnos y ver cómo iba la cosa. Estando allí dijimos: “pues nos hace falta una pandereta aquí”. Cosas casuales.
En este caso habéis grabado en diferentes localizaciones. Desde tu propio estudio a Producciones Peligrosas e incluso en el Teatro Huétor Santillán. ¿Las canciones te iban pidiendo diferentes sonoridades?
Nos gusta grabar en sitios en los que estamos cómodos. En mi estudio lo estamos, es algo muy pequeño y casero pero nos gusta mucho. Una vez pasamos el disco a Carlos Díaz, que es el técnico de mezclas, le dije un poco qué tenía pensado y cómo quería que sonara, qué ambiente quería crear. Quería utilizar una reverb para las bases, no quería que fueran de rock and roll, sino con más texturas y ambientes. Entonces nos propuso irnos a un teatro a grabar esas baterías de nuevo y utilizar esa reverb natural. Está todo muy libre, si te das cuenta en el disco se oyen mucho pájaros del día de Huétor Santillán, porque para alcanzar todo el ambiente del teatro se colaban muchas cosas. Pienso que son cosas naturales y aceptables, no me gustan los discos perfectos
Jean Paul ha sido siempre considerada como una banda, pero no deja de ser un proyecto personal que nace de ti. Al fin y al cabo, ¿funcionáis como una banda?
En este disco las cosas han cambiado un poco en el aspecto de producción. El primer álbum que hicimos fue un trabajo muy de banda, las canciones llegaban con un esqueleto y todos nos lo currábamos, los arreglos son de todos. Con el segundo disco no teníamos los medios del primero y no podíamos irnos una semana a un estudio y grabar en directo. Trabajé yo mucho en casa y conforme iba necesitando cosas ibamos llamando al guitarra, bajista, batería... Este álbum ha sido quizá el que más solo he hecho. Tuve muy claro desde el principio cómo quería que sonara y qué tipo de arreglos quería que tuviera. No quería ningún tipo de intrusismo ni de cosas que recordaran al concepto de banda de rock and roll. Quería que fuera un disco muy puro, más basado en las producciones que hacían los cantautores de los '60 y los '70, de Leonard Cohen, Donovan o Simon & Garfunkel. Cosas muy sencillas pero muy efectivas, donde lo que predominaba era sobre todo la guitarra española o la acústica. Este disco se ha grabado partiendo de eso, empezamos a grabar la española y hay canciones que no tienen batería o que tienen una percusión mínima. Funcionaban ya con eso y lo que hacía falta lo ibamos metiendo siempre con prudencia y sabiendo muy bien que no queríamos ensuciar lo puro, la guitarra española y la voz. El disco podría haber salido así pero realmente somos una banda, y de músicos excepcionales que son parte de Jean Paul. Seguramente, sin ellos Jean Paul hubiera dejado de existir hace mucho tiempo.
¿Está siendo por lo tanto difícil de adaptar al directo que estáis preparando?
Con este disco nos hemos planteado que no vamos a tocar mucho en directo. Todo ha cambiado bastante, el concepto de industria, y yo personalmente no quiero entrar en ese juego. Creo que nuestra profesión no está valorada y hace falta que se vea su riesgo y su valor. Por eso no quiero salir a tocar si no es en unas condiciones mínimas para toda la gente que venga conmigo. En los conciertos que estoy haciendo ahora voy yo solo con mi guitarra española, y si hay posibilidad de que vayamos todos, iremos todos. De todas formas, este disco se puede presentar perfectamente sin ningún alarde de medios. Creo que la música está hecha para un par de orejas y no para una sala de mil personas, ni para salir en no se qué revistas ni para que te digan lo bueno que eres. La música está hecha para que un tío que la escuche se emocione, para eso no me hacen falta ni salas, ni catering ni equipos de sonido de puta madre.
En este sentido, publicabas hace unos meses un manifiesto en el que defendías la figura del músico y su obra. Guarda coherencia por lo tanto con haber publicado solo en vinilo, entre otras cosas.
Al principio quizá no, porque todo el mundo quiere llegar al máximo número de gente posible y triunfar -entre comillas-, todo el mundo peca de eso, pero luego me di cuenta de que si las canciones que haces no van acorde con los cánones que pide la industria tienes que replantearte tu carrera. Me di cuenta de que si quería vivir tranquilo y que mis canciones no estuvieran atadas a ningún tipo de intención tenía que admitir que mi música no estaba hecha para un gran público, sino para uno pequeño que aprecia las buenas canciones. Lo extrapolo a mí mismo, que me encanta la música y no puedo vivir sin ella. Compro vinilos porque la música la disfruto mucho más así, y hago música también para esa gente. Quiero que sientan lo mismo que siento yo cuando compro el disco de alguien que me encanta. Eso es genial, es una parte de la música que está perdiendo. Aún así, yo no me cierro a que las demás personas puedan escuchar mi disco en otros formatos. Comercializo el vinilo pero la gente que se lo compre puede descargarse gratuitamente del disco o pueden comprarlo en digital perfectamente. Pero quiero que el que lo tenga físicamente lo vea como algo especial. De ahí también la historia de hacer de hacer poca tirada y no reeditar los discos, así se crea ese valor extra que tienen las obras de arte, que es el de la unicidad.
Desde un punto de vista un poco más literario, ¿eres tú y es tu vida la que expones y relatas en cada canción o siempre contemplas y juegas con esa barrera y la construcción de personajes, a pesar incluso de cantar en primera persona?
Cuando tú quieres decir cosas, cuando tienes un discurso y algo que enseñar... Creo que lo más honesto por parte del músico es partir de uno mismo. Es lo que mejor conoces, son tus pensamientos, tus ideas, y te vas a equivocar pero poco. En mis canciones estoy yo, no hay nadie más, pero también está el punto de la imaginación y de la evasión de la realidad, que es muy importante. En mis canciones aparezco yo y aparece la persona que me gustaría ser o la persona que jamás me gustaría haber sido. Luego está el artista y la idea del artista, la idea que tiene la gente, que no es la mía. Pero real, real... Hacer canciones no es ir al psicólogo, es otra cosa. Es ir al psicólogo pero sin intentar ser tú, con una careta. Algo así.
Se suele decir que los malos tiempos son buenos para el arte. Desde tu experiencia como autor, ¿crees que la melancolía, la infelicidad, son imprescindibles para crear grandes canciones?
No lo creo que sea imprescindible porque hay grandes canciones muy optimistas que te alegran el día, y son canciones fabulosas. Cada uno tiene su ramalazo, yo siempre he tenido un carácter así, pero no quiere decir que sea triste ni melancólico. Tengo mis días, como todo el mundo, pero me gusta partir de ahí. Me he criado no leyendo tebeos sino leyendo a gente que decía cosas muy duras. Siempre me he interesado desde muy joven por escritores que me partían por dentro, y con la música me pasa igual. Nunca me gustó escuchar nada que no me influyera o que no cambiara mi forma de pensar. Ahora, ya con la edad, menos, he tenido un poco suficiente, pero me gusta mucho el arte en general que me deja tocado. No es que sea mejor, pero lo siento más mío. Hacer una canción sobre qué día tan maravilloso o cuánto nos queremos.... Creo que no soy yo.
Has demostrado valentía para desmarcarte del rock y del folk más convencional. Te has ido interesado por otras formas de hacer canciones, género no habituales.
No me gusta tener prejuicios con eso. Para mí, una canción es buena si me llega hondo. Me gustan mucho los géneros puros, no soy mucho de mezclas. La copla, los boleros o la canción de autor cuando se hace canción de autor, cuando se hablaba de realidades muy chungas y se llegaba hasta el fondo. Escucho y descubro mucha música. Hay que hacer buenas canciones y lo que pase por detrás me da un poco igual, son canciones y punto.
Los dos discos de versiones que hiciste, ¿pueden entenderse como un resumen de tus mayores influencias o algunas son solo curiosidades?
Algunas son influencias muy claras y otras son canciones que me gustan. Puede ser un ejemplo de lo que te comentaba antes. Hace tiempo un tipo en un bar de aquí de Granada me decía que por qué había hecho eso de Serrat, que era un rojo y ahora es un rico. Y le decía: "tío, escucha las canciones y olvídate de quién coño es". ¿Por qué no la vamos a hacer? La gente tiene muchos prejuicios y esos prejuicios son barreras para poder disfrutar y para poder apreciar todo lo que hay. Todo el mundo que hace música merece un respeto, luego ya a partir de ahí discuto si me gusta o no. No porque un tío tenga un pinta voy a dejar de escucharle, es un error muy grande.
De entre tus grandes músicos de cabecera, ¿destacarías alguno que hubiera despertado definitivamente en ti las ganas de crear tus propias canciones?
Mi autor sin duda fue Leonard Cohen. Luego pasé a Dylan y al folk americano, pero el primero fue Cohen. El día que escuché un disco suyo por primera vez me di cuenta de que aquello eran canciones y no eran otra cosa. Un tipo con una guitarra, cantando y diciendo cosas que yo no había oído nunca. Aquello lo escuché con 14 años y me cambió la idea. Luego, a la hora de llevarlo a cabo, tienes que pasar por muchas más cosas, igual que le pasaría a él. Mucha música, muchos géneros para saber realmente qué quieres hacer. Descubrí a Dylan y también me cambió el concepto, pero digamos que ya le he agotado un poco. Con Leonard Cohen, aunque coja discos que he escuchado mil veces siempre encuentro motivación para seguir escuchándole y nunca me aburre, siempre descubro cosas. Me llena, me llena muchísimo, para mí es el escritor de canciones por excelencia. Y luego están los demás.
Hablamos de un músico cuyas letras se pueden incluso elevar a poesía, donde tuviste una incursión el año pasado publicando un libro (Y mientras Roma Ardía, Bandaàparte Editores).
Sí, pero que uno publique un libro de poesía no le convierte en poeta. Leonard Cohen era poeta antes de ser músico. Había publicado muchos libros y era muy reputado en Canadá. Luego, hizo canciones. Yo lo he hecho después, pero lo mío fue una incursión fugaz y rápida. Pero bueno, las letras de Leonard Cohen para mí son patrimonio de la humanidad. Dylan también tiene letras increíbles, digamos que controla el lenguaje y la fonética que te cagas, pero a la hora de la pureza, de ser conciso y saber realmente qué quieres decir y cómo lo quieres decir, creo que ese tío es Leonard Cohen. Una persona que puede estar años para terminar una letra años, que sabe lo que quiere y que hasta que no lo consigue de la manera que quiere no para. A Dylan, sin embargo, no le quito valor pero hacía canciones como churros. Digamos que buscaba otra cosa. Cohen es el único autor del que puedo leer sus letras sin escuchar sus discos y quedarme abrumado, me parece un monstruo.
Quería conocer tu opinión sobre Granada, siempre considerada como un epicentro musical muy potente y valorado en nuestro país.
Granada es una efervescencia de grupos y de gente que quiere hacer música. Yo, que tengo 32 años, ya me siento viejo aquí. Hay muchas bandas nuevas, gente que está haciendo cosas que son una pasada. Chavales con proyección que solo tienen 20 años, con una cultura musical increíble. También es cierto que Granada tiene una cultura de bares a los que se va a escuchar buena música. Eso se respira, y luego todo el pasado que tiene. Aquí han estado Los Ángeles, Los Cero, Los Planetas, grupos que han sido súper importantes. La gente quiere ser como ellos. Pero aquí cuesta mucho salir y hacerse un hueco porque hay muchas trabas, tenemos un alcalde al que parece que no le gusta mucho escuchar música ni lo que pasa alrededor y se dedica a cerrar garitos para que no podamos tocar.
Esa etiqueta que solemos poner, de músico o artista de culto, ¿sienta como un piropo o lleva implícito algo que incluso puede molestar?
La verdad es que hace tiempo que no le presto mucha atención a las etiquetas. Puede a halagar por una parte, porque lo asocio a que tienes música de calidad que nunca entrará dentro de la industria, que nunca será reconocida. Por otra parte, me duele precisamente porque nunca será reconocida. Pero bueno, a mí me da igual, hace años que ya sé lo que tengo que hacer. Intentar hacer buenas canciones y no engañar a nadie, que para mí es muy importante. Si no tengo buenas canciones, prefiero no hacer nada. Me lo tomo más como un halago, me parece bien. Me gustaría vender muchos discos y poder hacer muchos conciertos, poder vivir de esto y que los músicos que vienen conmigo también lo hagan, pero en el fondo por lo que estoy aquí es por las canciones. Prefiero hacer dinero de otra manera y no manchar mis canciones.
Texto de Bruno Corrales
Fotografía: Cristina Ferreiro
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