Leiva en Pola de Siero (27.12.12)
Todo empezaba el pasado mes de marzo. Asumido el fin de Pereza, Leiva se presentaba en El Hangar de Burgos para estrenar su primera gira en solitario. Entre el público estaba Gonzalo Benito, que hacía frente a la lluvia y nos ofrecía su personal relato de la noche. Pasado el tiempo, varios meses y tres Rivieras después, Leiva se disponía a despedir el año con tres acústicos por el norte del país. Bien acompañado, eso sí, por su hermano Juancho (Sidecars) y por César Pop. Y allí estaba de nuevo Gonzalo, que acudía a la primera de las citas, celebrada en la localidad asturiana de Pola de Siero. ¿Qué más podemos decir? Un verdadero lujo. Os dejamos con él.
Hola Rock Sumergido,
Son estas fechas idóneas para el repaso y la confección de una lista cargada de buenas intenciones y propósitos para el 2013 que nos llega. Es por ello, que para recapacitar mejor y no perder el norte, entendiendo que es el rock and roll mi norte, mi origen y mi destino, he venido a pasar unos días al norte del norte… para ser más exactos a Asturias. El futuro se presenta incierto como el cielo que cubre el Puerto de Pajares, y contra ello tenemos la esperanza, verde de color como los prados de la región, de que todo va a cambiar y las cosas irán mejor. La desgana a veces vence, y es por ello que confío que las canciones son refugio y nos resguardan del temporal. El refugio, esta vez, ha sido un concierto de Leiva en Pola de Siero.
Por puro azar, quiso el dios de los ateos, que mi coche se complicara la vida, y me complicara a mí el rumbo, o viceversa, y me viera sentado en un banco de madera a las afueras de un chigre, de un pueblo perdido del lugar encontrado, bebiendo sidras con un oriundo, que había dejado su vida entre la mina de carbón y el sacar adelante a una familia. Mientras recibía unas clases magistrales sobre cómo escanciar la sidra asturiana, el humo de mis cigarrillos se mezclaba en el aire con las frases que el lugareño disparaba por su boca. Me habló de lo fructífera que era la región y de lo mal que ahora está, me habló de los pozus de carbón, de lo lejos que se tiene que ir la juventud a buscarse la vida; pero también me habló de Pelayo y de su valentía, de la mitología asturiana y de seres como el Trasgu y el Nuberu. Esta última historia, la del Nuberu, es la que más me gustó aunque ya la conociera: un ser mitológico encargado de pastorear las nubes por el cielo y descargar la tormenta.
Al compás de botellas de sidra que, vacías, iban ocupando el extremo del banco sobre el que nos sentábamos, la tarde se fue disfrazando de noche. Se iba haciendo la hora de poner rumbo a la Pola de Siero, y al ir a despedirme de aquel hombre no supe agradecerle todo lo que me había aportado, y lo más que llegue a decir fue un: “Parece que ya hace frío, abríguese”; a lo que él, sonriente, respondió: “como diz un refrán asturianu: en diciembre no hay valiente que no tiemble”.
Mientras me sentaba en mi butaca del auditorio de Pola de Siero, y Leiva aparecía en escena, pensaba en todo lo ocurrido horas antes. Reflexionaba como gente mayor, que ya tiene la “vida hecha”, siguen sorprendiéndonos, enseñándonos, siguen en cada palabra y en cada conversación intentando captar la admiración y el respeto, y sobre todo siguen dándonos pautas de cómo hacer las cosas. También, en esos momentos, reflexionaba cómo historias, me refiero a la del Nuberu, que ya conoces toman otra dimensión cuando te las cuentan de una determinada manera. He de decir que mis pensamientos se quedaron en stand-by cuando la música empezó a sonar. Canciones en formato acústico con Leiva a la guitarra, Juancho a la guitarra eléctrica y César Pop en teclados. Temas del disco Diciembre (Nunca nadie, Eme, Aunque sea un rato, Sudando la tristeza, Miedo, 92, Éxtasis, Vis a vis), éxitos de los discos de Pereza (Animales, La chica de Tirso, Windsor, Champagne, Por mi tripa, Lady Madrid, Amelie), un tema nuevo (Que no se mueran los cantantes), una versión de Andrés Calamaro (Crímenes Perfectos) y otra de Sabina (El caso de la rubia platino). Un gran recital con aforo completo, y agradecimiento de Leiva hacía el público por hacer el esfuerzo, en estos tiempos tan precarios, de comprar una entrada.
Cuando las luces se encendieron y Leiva abandonó el escenario tras una gran ovación, los pensamientos, sobre lo acontecido antes y durante el concierto, volvieron a mi cabeza. Camino del coche pensaba en el hombre con el que bebí sidras, y también pensaba en Leiva. Ellos dos tienen cosas en común. Ambos ya tienen la “vida hecha” (Leiva no es precisamente alguien que empiece nuevo en el mundo musical), y aun así siguen sorprendiéndonos, enseñándonos, siguen en cada palabra (canción) y en cada conversación (concierto) intentando captar la admiración y el respeto, y sobre todo siguen dando pautas, a base de honestidad y entrega, de cómo hacer las cosas. También, como en el caso de la historia del Nuberu, que aunque ya me la sabía me había gustado escucharla en voz de aquel hombre, con las canciones de Leiva me había pasado lo mismo: me habían gustado escucharlas en formato acústico aunque las conociera con otro sonido.
Al arrancar el motor del coche sonreí al pensar que Leiva bien podría ser un Nuberu de alguna manera: había juntado buenas nubes (canciones) en el cielo (repertorio) y se había desatado la tormenta del rock and roll. Como dijo aquel hombre “En diciembre no hay valiente que no tiemble”. Bien valdría ese refrán para el disco (Diciembre) de Leiva.
Atentamente,
Ozono Tangible.
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