Etiquetas: ,

Folk marciano en la tarde madrileña

Lidia Damunt en Plaza de la Luna (23.04.10)

Lidia Damunt siempre merece mención a parte. Guste o no, es obvio que consigue diferenciarse enormemente del resto, y verla es todo un espectáculo. A eso de las siete de la tarde, Damunt se presentaba en el escenario habilitado por el Ayuntamiento de Madrid y Radio 3 con motivo de La Noche de los Libros en la plaza Santa María Soledad Torres Acosta, más conocida (y con razón) como la plaza de la Luna. Un día que amenazaba constantemente con lluvia, ofrecía en esos momentos un tímido sol muy agradecido. La jornada de conciertos la habían estrenado minutos antes los gallegos de Niño y Pistola y la cerrarían la apuesta segura en la que se han convertido desde hace meses Arizona Baby.

Entre tanto, Lidia Damunt se presentaba con toda su banda. Es decir, ella sola. Sus herramientas una guitarra acústica, una pandereta atada a una pierna y una armónica con sujecciones. Una mujer orquesta que parece jugar constantemente al más difícil todavía. Con semejante saturación de instrumentos, parece mérito suficiente el lograr hacer sonar algo decente, pero Lidia Damunt no parece hacerlo simplemente por impresionar, demostró ser metódica y perfeccionista. Los primeros minutos del concierto estuvieron plagados de problemas técnicos, con Damunt pendiente permanentemente del sonido, con el que se llevó algunos disgustos.


A esas horas de la tarde, la plaza tenía un ambiente  frío, propio de un comienzo de fiesta. Con espacio suficiente, sin  apretones ni agobios, la gente se arremolinaba frente al escenario.  Justo delante algunas fans incondicionales, que incluso participaban con  tremendos gritos de guerra country, y detrás la mayoría curiosos, unos  asombrados y otros nada convencidos. Y es que Lidia Damunt es una  artista bastante controvertida por su forma de interpretar. Puede  convencerte y dejarte alucinado, como es el caso del que escribe, o  causar un rechazo inevitable. Su música es una suerte de folk acústico  bastante acelerado en que destacan las letras, pues posee un imaginario  muy especial, y su peculiar forma de cantar. En un derroche tremendo de  energía, la música murciana fue desgranando sus dos discos en solitario,  En la isla de las bufandas y el reciente En el cementerio peligroso. Un  concierto irremediablemente breve debido al horario marcado por la  organización con un final frenético en el que Lidia Damunt enlazaba Echo  a correr con Aloes de 50 metros. Recomendable acercarse a verla si  existe oportunidad, pues la polivalente artista murciana es un pequeño  tesoro de la música española.

Texto y fotografía de Bruno Corrales