Lidia Damunt en Plaza de la Luna (23.04.10)
Entre tanto, Lidia Damunt se presentaba con toda su banda. Es decir, ella sola. Sus herramientas una guitarra acústica, una pandereta atada a una pierna y una armónica con sujecciones. Una mujer orquesta que parece jugar constantemente al más difícil todavía. Con semejante saturación de instrumentos, parece mérito suficiente el lograr hacer sonar algo decente, pero Lidia Damunt no parece hacerlo simplemente por impresionar, demostró ser metódica y perfeccionista. Los primeros minutos del concierto estuvieron plagados de problemas técnicos, con Damunt pendiente permanentemente del sonido, con el que se llevó algunos disgustos.
A esas horas de la tarde, la plaza tenía un ambiente frío, propio de un comienzo de fiesta. Con espacio suficiente, sin apretones ni agobios, la gente se arremolinaba frente al escenario. Justo delante algunas fans incondicionales, que incluso participaban con tremendos gritos de guerra country, y detrás la mayoría curiosos, unos asombrados y otros nada convencidos. Y es que Lidia Damunt es una artista bastante controvertida por su forma de interpretar. Puede convencerte y dejarte alucinado, como es el caso del que escribe, o causar un rechazo inevitable. Su música es una suerte de folk acústico bastante acelerado en que destacan las letras, pues posee un imaginario muy especial, y su peculiar forma de cantar. En un derroche tremendo de energía, la música murciana fue desgranando sus dos discos en solitario, En la isla de las bufandas y el reciente En el cementerio peligroso. Un concierto irremediablemente breve debido al horario marcado por la organización con un final frenético en el que Lidia Damunt enlazaba Echo a correr con Aloes de 50 metros. Recomendable acercarse a verla si existe oportunidad, pues la polivalente artista murciana es un pequeño tesoro de la música española.
Texto y fotografía de Bruno Corrales
1 comentarios :
i like it
Publicar un comentario